La zona suroeste de Islandia tiene una magia poco imaginable si no te adentras en sus tierras; en unos kilómetros disfrutas de playas de arena negra, glaciares, icebergs y coloridas montañas. El viaje llega a su fin para nosotros pero aún nos queda el llamado «Circulo de Oro», la parte más turística de la isla y la gran capital del país.
Día 13: Circulo de oro y Reikjavik
Empezamos la excursión por el Círculo de Oro con la visita al Geysir, quizás la parte más decepcionante de todo el viaje. Esperando a la erupción de agua veo con horror como los turistas se saltan las cuerdas para ver que se ve dentro de los geysir o los típicos cuya única afición es ponerse debajo para empaparse como si estuvieran en una especie de parque de atracciones. Por este tipo de comportamientos poco respetuosos, el «gran geysir» ya no emana agua. El que es considerado el geysir más antiguo y el más alto actualmente está apagado por la cantidad de turistas que lanzaban piedras para forzar las erupciones, así que si tienes paciencia, quizás tengas suerte y veas el gran chorro pero es muy difícil. El que sí podrás ver es el géiser Strokkur. Está a unos 10 metros y erupciona cada ocho o diez minutos. Su chorro puede llegar a los 20 metros de altura
De vuelta a la carretera cogemos la carretera 35 hasta Gulfoss, el último salto de agua del viaje. Es otra maravilla de la naturaleza que afortunadamente se puede divisar al completo desde muchos sitios. Según llegas por la carretera te encuentras un parking a mano derecha y a pocos metros puedes ver la cascada desde un lateral casi de frente; ésta es posiblemente la terraza desde donde mejor se aprecia el salto.
Una escalera nos sube hasta la terraza superior, desde allí también podemos bajar a la altura del salto o verlo desde la parte de atrás. La cascada es tan grande que los turistas se diseminan por todos los puntos de vista no teniendo sensación de agobio.
A 70 kilómetros se encuentra el parque nacional de Pingvellir, uno de los lugares históricos más importantes. Pingvellir significa «la explanada de la asamblea», aquí en el año 930 se creó la primera asamblea parlamentaria del mundo. La asamblea, que en islandés se dice Alpingi, se reunía una vez al año para explicar las leyes a los asistentes, dirimir disputas y ajusticiar a los criminales. Esta explanada en la época vikinga estaba repleta de estatuas de dioses. Þorgeir Þorkelsson, rey pagano que estaba en el poder entre el año 999 y el 1000, se convirtió al cristianismo llevándose consigo todas las estatuas y las arrojó en la cascada que hoy se llama Godafoss, cascada de los dioses. Posteriormente el cristianismo se instauro en la isla que abandonó su tradición pagana.
En el interior del parque se puede pasear a lo largo de la explanad. Al final llegas a Drekkingarhylur o piscina de los ahogamientos, lugar donde eran ahogadas las mujeres que eran acusadas de adulterio, infanticidio o perjurio. Las ataban a sacos llenos de sal con lo que sus cuerpos eran arrastrados al fondo.
Siguiendo hacia arriba de la explanada, se llega al mirador donde se aprecia la falla continental, la división geográfica entre las placas tectónicas americana y euroasiática y esa es la razón por la que en este lugar se perciben tantos terremotos. Algunas fracturas están llenas de agua en las que se puede disfrutar de buceo o snorkel.
Por la carretera 36 se llega directamente a Reykjavik, lo más aconsejable es buscar aparcamiento a las afueras. Nosotros aparcamos en la estación de autobuses porque en el centro todo el aparcamiento es de hora y muy caro.
La capital te encantará según la veas. Es una ciudad cosmopolita con un gran movimiento cultural…la música, la fotografía o la pintura son sus bazas más importantes. Es una ciudad muy accesible a pie pudiendo recorrer la parte más importante en unos 30 minutos.
Lo más destacable es Hallgrímskirkja, la iglesia principal de Reykjavik de rito luterano. Aunque parece una nave de la NASA aterrizando en la luna, realmente el arquitecto se inspiró en los flujos de lava basáltica del paisaje de Islandia. El interior de la iglesia es bastante austero destacando el impresionante órgano de tubos. Las mejores vistas de la ciudad se ven desde el campanario; las entradas se compran en la tienda de souvenirs y cuestan 3€, la recaudación va íntegra para la congregación. En el exterior delante de la puerta se puede ver la estatua de Leif Eriksson, hijo de Erik el rojo.
Después de visitar la iglesia nos toca meternos de lleno en la vida cultural islandesa. La calle que baja desde la estatua se llama Skólavörðustígur; es la calle comercial principal de Reykjavik y aquí encontraremos tiendas de las principales marcas islandesas y bares con música en directo todos los días. Muy aconsejable es entrar en 12 Tónar la tienda de música más especial de Islandia en la que puedes entrar a tomar café y escuchar grupos islandeses. El dueño, super amable, te aconsejará mejor que nadie sobre qué comprar y te dejará escucharlo tranquilamente. Aquí se pueden encontrar grupos como Bjork, Sigur Ros, Mum, Samaris, Gus Gus etc… Aunque si te gusta la música islandesa lo mejor es dejarte asesorar y comprar grupos que te digan ellos. Además de tienda, 12 tonar es sello discográfico de pequeños grupos islandeses así que si les compras música de su sello, estarás ayudando a los grupos locales.
Bajando hasta el final la calle Skólavörðustígur se llega a la calle Laugavegur, la principal calle comercial, alrededor de estas calles se encuentran los principales bares y restaurantes. Si bajas Laugavegur hasta el final encontrarás el parlamento islandés, el espectacular centro de conciertos Harpa y el puerto.
Muy cerca hay un pequeño puesto rojo con mucha cola, se llama Bæjarins Beztu y sirve los típicos pylsur que no son más que los perritos calientes más populares de Reykjavik, tanto que hasta Bill Clinton cayó rendido a sus pies. Merece la pena la espera, no es solamente un sitio para turistas, también los islandeses se toman su perrito al mediodía y es ideal para almorzar antes de visitar el museo de arte moderno y el de fotografía que están a unos escasos 200 metros.
Muy cerca de aquí están también los restaurantes del puerto que son los mejores sitios para probar la cocina islandesa. Irresistibles son la sopa de langosta y la carne de ballena maridada con una cerveza rubia del país. Un bar muy recomendable es Sægreifinn – The Sea Baron Restaurant, una antigua cabaña de pescadores convertida en restaurante en la que, aunque hay que armarse de paciencia para entrar ya que siempre hay una gran cola y además hay que comer un poco apretado, la comida es maravillosa; todo el mundo viene a probar su excelente sopa de langosta.
Después de degustar la langosta y la ballena, hay que buscar un bar para escuchar música en directo y adentrarse en la vida nocturna islandesa, es la mejor manera de ponerle fin a un increíble viaje a través de glaciares, fiordos, cascadas e icebergs en unas tierras inhóspitas con cientos de instantáneas que no se borrarán de tu mente.
Islandia I – Peninsula de Snæfellsnes
Islandia II- Zona Septentrional
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