MEKNÉS
Después del caos de la medina de Fez, sus callejuelas laberínticas y su sabor a Marruecos auténtico, cogemos el coche de alquiler para iniciar el camino hacia la costa atlántica destino Asilah, pero antes toca hacer una parada en una de las ciudades imperiales, Meknés.
Meknés, en español Mequinez, está a menos de una hora en coche de Fez. Saliendo por la la zona nueva de la ciudad, enseguida las señales marcarán Meknes o Rabat; en unos minutos estaremos en la autopista A2 dirección a la capital marroquí. Es una carretera de peaje que cuesta aproximadamente 45dh, unos 5 €, si se toma hasta Rabat por lo que cuesta bastanete menos si vamos solo hasta Meknés. Otra opción es coger la N6 pero se tarda alrededor de 1h 20′. La visita a la ciudad imperial es muy rápida ya que todo lo reseñable esta muy cerca y nos vale para hacer un pequeño descanso antes de continuar hacia Asilah.
Conducir por las carreteras de Marruecos es sencillo, tanto por las autopistas como las nacionales. Es más complicado si entras en las ciudades ya que son caóticas, casi sin semáforos y con todo tipo de vehículos rodeándote. Lo más oportuno en estos casos es tomárselo con mucha paciencia y no pretender conducir como si estuvieras en tú ciudad. Lo más importante es mantener siempre los límites de velocidad, tienen una extensa red de radares móviles que se situan habitualmente en el inicio de los pueblos en las carreteras nacionales y te «cazan» desde muy lejos. Habitualmente los límites son tan bajos que la circulación se dificulta un poco porque casi todos los vehículos pueden circular a esas velocidades. En la carretera veras camiones, motocicletas, vehículos tirados por animales y grandes y glamourosos coches, es una recomendación que se debe seguir. Los límites son 120km para las autopistas, entre 90km y 100km para carreteras nacionales, y entre 40km y 60km para las ciudades. Los radares los montan sobre un trípode, habitualmente escondidos tras un arbol o señal.
Meknés fue nombrada capital de Marruecos por el sultán Mulay Ismail. Durante su mandato se construyeron las puertas y su gran muralla.
- Entrar en la ciudad es muy facil, solamente hay que dirigirse hacia el centro antiguo y aparcar el coche en un parking publico pasada la Plaza Hedim y la puerta de Bab el Mansour.
En todos los parkings «públicos» de Marruecos se paga por horas o por días aunque parezca que son gratuítos. Te encontraras con cuidadores con chaleco reflectante que te ayudarán a colocar el coche. Posteriormente a la recogida del coche, pagas por el uso. Son totalmente fiables. Si el apetito aprieta, puedes comer en un puesto callejero un bocadillo a la parrilla.
Con el estomago lleno, comenzamos a hacer la visita a la ciudad. Según subimos, nos encontramos con la gran plaza Hedim, que rivaliza con la plaza de Djemma en Fna de Marrakech en actividad. Está repleta de restaurantes y tiendas. La plaza, en época de Mulay Ismail, fue testigo de ejecuciones públicas y de anuncios reales. Al otro lado de la calle, presidiendo la plaza, está la puerta Bab el Mansour que comunica la ciudad con la antigua Ciudad Imperial de Mulay Ismaíl. Es la puerta más grande de Marruecos y Africa del norte. Está decorada con azulejos verdes y motivos entrelazados.
Una vez atravesada la muralla, en el interior de la zona antigua es imprescindible visitar el Mausoleo de Mulay Ismaíl. Aquí se encuentra la tumba del sultán que marcó el origen del reino marroquí tal como lo conocemos hoy.
El acceso al interior del mausoleo es laberíntico, rodeando pasillos y grandes salas diáfanas. Está decorado con bellos mosáicos e intricados dibujos en el yeso labrado y en la bóveda de madera La entrada es gratuita y pueden acceder los no musulmanes ya que la mezquita de su interior no está dedicada al rezo especificamente sino que es la tumba del rey Alaoui.
Si se sigue más abajo se llega a Heri es-Souani, los establos reales con capacidad para 12.000 caballos. Volviendo por la plaza Hedim nos dirijimos hacia el zoco para hacer unas compras y buscar en la maraña de calles la Madraza Bou Inania. El zoco es diferente al de Fez, bastante más moderno y colocado. Los artículos que venden en este zoco son exactamente iguales a los de Fez, teniendo en su mayor parte aspecto de mercadillo con ropa quizás no demasiado atractiva.
Entre sus callejuelas y después de comprar un par de cosas, encontramos la Madraza Bou Inania. Una de sus puertas, pegada literalmente a los comercios, da acceso a la escuela coránica aunque bien podría confundirse con una tienda de ropa. La madraza es muy similar a las visitadas en Fez.
Muy cerca de la Madraza se encuentra la Gran Mezquita. Una vez más, hay que conformarse con ver la sala desde la puerta. La ubicación es, sin ninguna duda, lo más atractivo. Que estén escondidas entre las tiendas y entre callejuelas les da toque de lugares secretos y sagrados que otras mezquitas o madrazas en espacios más amplios no tienen.
Con la ciudad vista, toca coger la carretera hacia Asilah. Hay que volver a coger la carretera A2 dirección Rabat. La Autopista termina en Kenitra, casi a orillas del Atlántico; allí enlazamos con la A1 y una hora y media después llegaremos a la ciudad blanca.
Asilah
Arcila en castellano es una población que vive a orillas del Atlántico. Su zona amurallada construida por Alfonso V de Portugal en el siglo XV, tiene restringido el tráfico y es totalmente peatonal. Al contrario que las ciudades típicas marroquies, la medina es un remanso de paz con una pequeña cantidad de tiendas, la mayoría regentadas por artesanos. Ropa, decoración o comida pueblan los pequeños establecimientos, aunque son las numerosas galerias de arte de la ciudad las que marcan el ritmo de los habitantes de Asilah.
La ciudad tiene tres entradas a la medina, la más bonita es Bab El Homar (Puerta de Tierra) rematada con el escudo de armas portugues. Esta puerta es caracterítica por su forma de codo que estaba hecha para evitar la entrada de asaltantes.
La medina está construida prácticamente encima del mar. En su interior, una maraña de callejones te lleva entre casas rehabilitadas al estilo andalusí, pintadas de blanco impoluto y añil. Las paredes tienen infinidad de murales de colores pintados por artistas locales. La ciudad antigua mantiene en la actualidad su alumbrado público original llamado «Linterna de Asilah». Durante el paseo se puede pasar junto al palacio de El Raisuni mientras el sonido del mar resuena rompiendo contra la muralla.
La visita a la ciudad amurallada lleva apenas una mañana, aunque es muy recomendable visitarla al atardecer cuando sus paredes blancas se tiñen de color naranja.
El sitio más espectacular para ver el atardecer es el Bastión de Krakya. Aquí se puede disfrutar unas magníficas vistas de la medina. Es un lugar que visitan no solo turistas sino también habitantes de Asilah que buscan un tranquilo paseo.
Desde el bastión se puede ver el antiguo cementerio musulmán, con tumbas de cerámicas de diferentes colores y la cúpula del mausoloeo de Sidi Áhmed el- Mansur, saadí que reconquistó la ciudad a los portugueses en la Batalla de los tres Reyes.
Después del paseo, se puede ir a relajarse aún más en un Hamman. En la ciudad antigua hay uno, «Hamam El-Madina», utilizado por los habitantes a diario y como es habitual en estos establecimientos, hombres y mujeres entran por separado. La ventaja de este Hamman es que al cierre en su hora habitual te reservan para ti y tu pareja el espacio entero con un masajista; es una manera muy sencilla de disfrutar de este ritual de limpieza juntos. Muy recomendable para las mujeres ya que «según tengo entendido» los masajes de las masajistas femeninas no son tan intensos como los de los hombres. Por apenas 25 euros la pareja, tendrás el hamman para ti una hora completa. Evidentemente el precio que se paga por este servicio es mucho más alto que si entras en hora normal y separado. Esta decisión evidentemente depende de la importancia que le des a disfrutar o no en pareja el hamman y del presupuesto con el que cuentes. Habitualmente la entrada sin masaje son unos 10 dh (1 €) y con masaje 25dh (2´5€)
Fuera de la muralla todo cambia. En invierno la ciudad es bastante lúgubre con poca vida salvo unos pocos cafés o bares, supongo que durante el verano la ciudad tiene otra vida, más turística y animada.
Más allá de los muros, en los límites de la ciudad, las urbanizaciones de alto nivel están desiertas salvo por los guardias de seguridad que impiden que los habitantes de la otra Asilah, los que viven enfrente en infraviviendas, se cuelen en las lujosas viviendas. Es la otra ciudad, también blanca y añil pero que pasa desapercibida entre el lujo y la playa. Es la ciudad que no tiene interés para el visitante que no quiere ver la realidad que le rodea. Esta barriada no está escondida, ni siquiera es dificil acceder, se ve desde la calle principal que une la carretera con la ciudad moderna.
Desde Asilah se puede planificar una visita de un día a Tetuán y Tánger. Mi visita se limitó a Tánger, una visita rápida de la medina y comer en algún puesto callejero.
Saliendo de Asilah nos dirigimos dirección norte por la A1 y en tan solo 50 minutos estaremos entrando por los barrios dormitorio del cinturon exterior de Tánger. Con sorpresa advertimos que esta zona está a medio construir como si un nuevo Tánger se estuviera extendiendo hacia el sur. Una expansión que nos resulta familiar, muy similar a la de muchas ciudades españolas durante la época de la burbuja inmobiliaria.
Tánger
La llegada a la Medina es fácil, solamente hay que seguir las indicaciones. La avenida Pasteur en el «Sour Meêgazine» marca el inicio del casco antiguo. La gran maraña de calles que dan a la medin salen de esta avenida. Aparcar en esta zona es realmente difícil. Lo mejor es localizar a algún «cuidador» que nos indique y no olvidarnos de pagar para «oficializar» el aparcamiento.
Para llegar a la medina, paseamos por el zoco grande disfrutando de las innumerables tiendas de diversos artículos. De camino, el mercado central de pescado atrae por su gran vida interior y por la frescura de su género. Según salimos ya nos encontramos en la monumental Plaza del 9 abril.
La Plaza del 9 abril es el lugar más importante de Tánger, el lugar más privilegiado del zoco grand.e. En esta zona, está muy clara la influencia europea que en otras épocas dominó Tánger. Una zona dominada por tiendas, cafés y mercados. En el extremo se encuentra la Mezquita Sidi Bu Abid, con minarete de cerámica, el Palacio del Menddub y La Medubia, con grandes jardines.
Los domingos, en los alrededores de la mezquita y de la plaza, se monta un mercadillo de productos de las tierras del Riff. Los campesinos venden gallinas, frutas, huevos u hortalizas. Vestidos de forma tradicional, ellos mismos aprovechan también para adquirir ropa o utensilios que en sus pueblos no pueden comprar. Es un mercado lleno de vida y colorido.
Después del mercado, nos adentrarmos en la medina por la puerta Bab el Fahs, la puerta más importante de las 13 que salpican la muralla. La puerta da paso directo a la calle Siagín y nos adentra en el llamado Zoco Chico, más similar al resto de mercados marroquies.
Callejeando calle arriba se llega a la kasbah, rodeada de muralla, que está en la zona alta de la medina. Un tranquilo paseo por sus callejuelas nos hará retroceder en el tiempo a la vez que disfrutamos de unas preciosas vistas de la bahía de Tánger en alguno de los bares de moda de la ciudad.
En sus estrechas calles se enconden varias maravillas como la La Mezquita Bit El-Mal, característica por su minarete octogonal. Si se pierde uno entre sus calles, tal vez se encuentre con el antiguo palacio del gobernador, Dar el Markhzen, con bonitos patios y jardines y con Dar Shorfa, sede del museo arqueológico. Desde la plaza de la Kasbah se puede disfrutar de un merecido descanso en los bares que ocupan la parte más alta de la muralla. Desde aquí, las vistas de la bahía son espectaculares.
Con la mezcla del sabor añejo de una ciudad marroquí y cierto aire europeo en su exterior, volvemos a la tranquilidad de Asilah para descansar. Otra opción es continuar el camino hacia Chefchauen. Desde Tánger, hay que coger la N2 y sin abandonarla, en 141 km llegaremos a Chefchauen. Aunque parecen pocos kilomentros, hay que pensar que es una carretera nacional y en algunos tramos montañosa, por lo que recorrerla nos llevará más de dos horas y media, pero ese viaje lo dejamos para el último post sobre el Norte de Marruecos.
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